domingo, 26 de mayo de 2019


Homilía del Sexto Domingo de Pascua
26 de mayo de 2019
«No pierdan la paz ni se acobarden» Juan 14: 23-29 

“El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará…. La paz les dejo, mi paz les doy.” Queridos hermanos y hermanas, casi todos los días los medios de comunicación como televisión, la radio, el internet, y el periódico nos recuerdan cada día cuánto necesidad hay en nuestro mundo de amor y paz verdadera. Muchos deseamos que en el mundo haya amor y paz, pero el amor y la paz no son cosas que simplemente podemos desearlas. No importa cuántas canciones se compongan o cantemos y cuantos poemas escribamos o recitemos sobre el amor y la paz, esto no es suficiente. No importa cuánto tiempo hablemos de amor y paz. Nada de esto nos ayudara a experimentar amor y paz en nuestras vidas, nuestra familia, comunidad y en el mundo hasta que estemos listos para seguir lo que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy. Porque es el mismo Jesús, quien es el Príncipe de la paz y quien es el Amor hecho persona, quien nos dice que la mejor manera de obtener amor o paz es cumpliendo sus mandamientos.

Hoy Jesús en el evangelio de San Juan nos dice sobre el amor: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Queridos hermanos y hermanas, debemos tener bien claro que el amor no es un sentimiento sino una acción, es por eso que Jesús nos dice que debemos escuchar y poner en práctica su palabra, para guardar sus mandamientos y así amarlo a él. Este vínculo entre el amor y los mandamientos es algo que muchos en el mundo, incluso en la Iglesia, hemos olvidado, porque a menudo vemos los mandamientos como cargas, como deberes o imposiciones que limitan nuestra libertad, en lugar de ver los mandamientos como maravillosos dones divinos que nos ayudan a crecer en el amor.  Para Jesús, cada uno de los mandamientos es una explicación del mandato de amar a Dios y al prójimo. Sería bueno que nosotros nos preguntáramos: ¿Cómo podríamos nosotros realmente amar a Dios si Él no ocupa el primer lugar en nuestras vidas?.......  ¡Si nosotros usamos su nombre como una expresión simple! ….. ¿Si pensamos que hay algo más importante que hacer en el día del Señor, en el “domingo” que venir a adorarlo en la Iglesia?... ¿Cómo podemos realmente amar a nuestros padres si los deshonramos? …. O cómo podemos amar a los demás si los matamos o los odiamos, . . . Sí les robamos …. Si les mentimos…. Si somos infieles… Si nos aprovechamos de las demás personas para nuestra gratificación personal… ¿O si codiciamos lo que las demás personas tienen?

Hermanos, existe un vínculo similar entre guardar los mandamientos del Señor y la verdadera paz, en nuestros corazones o en el mundo. Es por eso que Jesús inmediatamente después de hablar sobre el amor habla sobre la paz y dice: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo”. La paz que nos ofrece Jesús vino del cielo a la tierra y él nos la entrega para que nosotros del mismo modo la entreguemos a los demás. Esa es la paz que Dios nos ofrece a través del perdón de nuestros pecados. Pero si nosotros queremos experimentar esa paz, tenemos que guardar los mandamientos de Dios… Porque cuando no guardamos los mandamientos, caemos en pecado, y esto es lo que nos aleja de la paz que Jesús nos ofrece. Por lo tanto, la paz en nosotros y el mundo solo se logrará si tenemos la paz que Jesús nos ofrece en nuestros corazones al guardar los mandamientos. Hoy es un buen día para que pensemos cómo sería nuestro mundo, de nuestras familias, nuestras escuelas, nuestro lugar de trabajo, nuestras comunidades, nuestra nación, la comunidad internacional, si todos viviéramos los Diez Mandamientos.

Si todos podríamos enfocar nuestras vidas en Dios. La gente se reuniría para adorar a Dios. Padres e hijos se honrarían unos a otros. No habría asesinato. No habría odio. No habría familias rotas. No habría trampas, robos y mentiras. Hay una canción de navidad que nos invita a cantar a desear que hay paz en el mundo que dice: “Que haya paz en la tierra y que comience conmigo”. Y solo este verso tiene un gran significado, porque si nosotros queremos paz en la tierra, Jesús nos dice que debemos comenzar a construir esta paz con conmigo mismo, contigo, con él, con ellos, con nosotros, porque cuando cada uno de nosotros en su vida particular guarda los mandamientos del Señor, la paz es algo posible, la paz del Señor se hace presente en nosotros, en la familia, la comunidad y el mundo.

Queridos hermanos y hermanas, guardar los mandamientos, como Dios nos pide que hagamos, no siempre es fácil, en verdad que nos es nada fácil, pero no imposible. Es por eso por lo que Jesús, quien nos ama y conoce nuestras limitaciones, quien conoce nuestra humanidad, nos ofrece la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo. Porque es el Espíritu Santo quien continúa actuando en la Iglesia hoy para recordarnos todo lo que hizo y dijo Jesús yes quien nos ofrece la gracia de hacer lo que Dios quiere que nosotros hagamos. En especial es el Espíritu Santo quien pronto descenderá sobre los dones del pan y el vino que estarán en el altar de esta comunidad parroquial, para ser transformados en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo. Nosotros tenemos la gran oportunidad que cuando participamos de la eucaristía poder consumimos el amor de Dios en el Cuerpo y la Sangre de Cristo derramada por nosotros en la cruz. Hermanos, que mientras guardamos el mandato del Señor Jesús para hacer esto en memoria de él, le pidamos a Él a Jesús que nos envíe de nuevo el Espíritu Santo, para que podamos ser fortalecidos y cumplir todos sus mandamientos en libertad, pero de una forma libre y espontánea y así experimentar en nuestras vidas, nuestras familias, comunidades, este mundo y en la vida eterna, la paz y el amor que Jesús nos dio con su muerte y resurrección. Que tengan todos un feliz y bendecido Día de Recordación de todos los hombres y mujeres que con amor a esta gran nación han entregado su vida por la paz y la libertad, que elevemos mañana y siempre nuestras oraciones por ellos y su familias.

Dios nos bendiga.
Amén.

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