Homilía CHomilía Cuarto Domingo de Adviento
24 de diciembre de 2023
“Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” – Lc 1, 26-38
Queridos hermanos y hermanas, sabemos que la Virgen María es especial pues Dios la eligió para ser la madre de su Hijo. Pero esto no hace que nosotros seamos alguien ordinario, ¡cada uno de nosotros también somos especiales! Como ella, hemos hallado el favor de Dios, una gracia celestial inmerecida. Dios nos ama tanto que envió a su Hijo al mundo NO para condenarnos, sino para salvarnos. Y ¡eso es muy especial!
Queridos hermanos y hermanas, al igual que María, nosotros estamos llenos de la gracia que Dios nos ha concedido para que podamos ser “agraciado”, como ella, Maria era agraciada NO por su solemnidad o habilidades sociales, sino por la forma en que esa gracia la moldeó y formó.
Queridos hermanos y hermanas, según la Escritura, Dios nos ha dado su gracia en abundancia que siempre está con nosotros, esa gracia es como un manantial que brota en el corazón. No hay límite para lo que esta gracia puede hacer en nuestra vida. Pablo nos dice que la gracia de Dios es suficiente incluso para hacer que el poder de Dios sea perfecto en nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas, esta gracia nos mueve a NO ser egoísta, sino amable y generoso con cada persona que nos encontremos. Esa gracia nos ayuda a perdonar a otras personas y a soltar lo que nos hiere y lo más importante, la gracia de Dios nos da la fuerza para ser cada vez más como él. Eso es lo que la gracia hizo en la vida de María, y es lo que puede hacer en nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas, dentro de algunas horas será Navidad, ¿no sería maravilloso meditar y permitir que la gracia que está en nosotros nos convenza de que Jesús es el Señor? Eso fue lo que María hizo cuando meditó en la grandeza de Dios y en la gracia que él le dio para su vida. De hecho, el mejor regalo de Navidad que podemos darle a Jesús es permitirle que su gracia brote en nuestro corazón. Recordemos que cada uno de nosotros es especial porque estamos llenos de la gracia de Dios, así que acerquémonos a él y Permitámosle que esa gracia toque nuestro corazón y digámosle al recibirlo en la Eucaristía… Gracias, Señor, por tu gracia.” Amén
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