domingo, 1 de mayo de 2022

Llamados a amar incondicionalmente como el Señor nos ama

Homilía Domingo de la Tercera Semana de Pascua
1 de mayo de 2022

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero” – Jn 21, 1-19

Queridos hermanos y hermanas, a todo ser humano le gusta saber si es amado por otra persona, como es el caso entre la esposa y el esposo, los padres y los hijos, los hijos y los padres, los hermanos, los amigos, la novia y su novio, pero nuestro amor mucha veces está limitado o condicionado, te amor, porque tú me amas, te amo porque te portas bien, te amo porque me eres fiel, te amor porque me das lo que yo quiero, te amo porque… pero como cristianos estamos llamados a amar como Jesús nos ama… y Jesús nos ama con un amor incondicional. 

Queridos hermanos y hermanas, pero cuando las personas hablan de amor incondicional, por lo general se refieren a un amor que no tiene límites ni condiciones, uno que no cambia, pase lo que pase. Pero dados los altibajos de la vida, tal amor puede parecer desafiante y hasta imposible. Y sin embargo, como escuchamos en el Evangelio de hoy, este es el amor que Jesús ofrece a Pedro, quien una vez lo negó y lo abandonó. El Evangelio de hoy está íntimamente conectado al relato de la pasión que escuchamos el Viernes Santo. Todos conocemos a Pedro, el buen y bien intencionado Pedro, un hombre capaz de grandes actos de lealtad y confesión de fe, pero igualmente un hombre lleno de valentía y al mismo tiempo lleno de palabras vacías.

Queridos hermanos y hermanas, recordemos que Pedro había tratado de seguir a Jesús a distancia mientras era llevado a casa ante las autoridades religiosas de su pueblo y terminó negándolo tres veces. Pero Jesús no lo hizo retorcerse y sentir la vergüenza de su traición, sino que le ofreció un amor incondicional. Tal vez haya un poco de Pedro en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros esta necesitado de ese amor incondicional que se muestra en el perdón.

Queridos hermanos y hermanas, hemos escuchado que el Evangelio de hoy inicia describiendo cómo los discípulos regresan a pescar en el Mar de Tiberíades, regresan a su vida ordinaria. Con todo lo que ha ocurrido en los años anteriores, su relación, su conocimiento y creencia de que Jesús ha resucitado, ¿dónde está su entusiasmo por el Cristo resucitado? Es ahí en este momento tan ordinario en el que los discípulos están viviendo es que entra Cristo y demuestra la verdad de su amor incondicional. Un amor que está implícito en sus tres preguntas: ¿me amas? ¿me amas?  ¿me amas?  – es el hecho de que a pesar de las tres veces que Pedro lo negó, Jesús nunca se ha dado por vencido con Pedro, ni con cada uno de nosotros. Porque el amor y compromiso de Señor con Pedro son tan incondicionales y fuertes como lo fueron desde el primer día que invitó a Pedro a seguirlo.

Queridos hermanos y hermanas, incluso después de todo lo sucedido, Jesús ama a Pedro incondicionalmente. Sí, las tres negaciones deben ser reconocidas, no es algo que se debe pasar por alto, pero nunca deben ser la última palabra. En un momento lleno de ternura y compasión, Jesús borra esas negaciones con declaraciones de amor. ¿Qué más puede borrar la traición, la infidelidad o el abandono, sino el amor? Aquí, en este poderoso momento, Jesús no solo perdona y sana al quebrantado Pedro, sino que permite que Pedro se perdone a sí mismo, porque muchas veces el Señor nos perdona pero nosotros no nos perdonamos a nosotros mismos. Este es verdaderamente un momento de sanación y reconciliación para Pedro.

Queridos hermanos y hermanas, al escuchar este Evangelio, se nos invita a ponernos en el lugar de Pedro, no a pedir a los demás que se pongan en su lugar, sino nosotros y a ser recipientes de este amor incondicional, especialmente donde hemos sido quebrantados o heridos por los acontecimientos de la vida, todos en algún momento de nuestra vida hemos sufrido en nuestra relación con los demás especialmente con aquellos a quienes más amamos. Al igual que con Pedro, Jesús nunca se da por vencido con nosotros, porque su amor por nosotros es igualmente sin límites ni condiciones, pase lo que pase, pero así debe ser nuestro amor con los demás especialmente con aquellos con quienes convivimos a diario. Entonces, mientras celebramos la temporada de Pascua y su promesa de nueva vida y abundante misericordia, demos gracias por ese amor incondicional del Señor y amemos nosotros de igual forma y así poder decir como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Amén








No hay comentarios:

Publicar un comentario