Quinto día dentro de la Octava de Navidad
«Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, porque mis ojos han visto a tu Salvador» Lucas 2,30
En este Quinto día de la Octava de Navidad Jesús nos recuerda que él es la luz que revela nuestro llamado al amor sacrificial. Jesús se refiere a sí mismo como la luz del mundo en muchos pasajes de los Evangelios y en Navidad escuchamos cómo Jesús es la luz verdadera que brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido. La luz tiene muchos propósitos: calienta; crea energía; da vida. Pero quizás el propósito que es más probable que pasemos por alto es el simple hecho de que revela. Simeón, en el Evangelio de hoy, se refiere a Jesús como una luz para revelar Dios a las naciones. Al posar sus ojos en el niño Jesús, Simeón ve a Dios de una manera nueva. Dios se revela no como un rey poderoso, sino como un niño vulnerable y humilde, un niño que se convertirá en un hombre que sufrirá por su testimonio de amor. Sí, Dios es amor, y este amor implica sacrificio. Pidamos hoy la gracia de que nuestras vidas como la Simeón no sean las mismas después de ser iluminados por la luz de Cristo, porque la luz ha llegado a nosotros revelándose cómo debemos vivir: por el amor sacrificial por los demás, dejando que todo lo que hacemos sea iluminado por la luz de Cristo. Feliz Navidad.
Dios nos bendiga.
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