lunes, 23 de octubre de 2023

Llamados a reconocer nuestra dependencia de Dios

Memoria de San Juan de Capistrano Presbítero

«Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea» Lucas 12,15

Compartir nuestros dones es un signo de nuestra fe. Cuando escuchamos el Evangelio de hoy, es posible que tengamos varias reacciones diferentes. Podríamos apresurarnos a desvincularnos de las acciones codiciosas del hombre rico. O podríamos identificarnos con su deseo de planificar el futuro. ¿No queremos todos jubilarnos algún día? Seguramente Jesús no nos condenaría por estar preparados. ¿Qué significa ser rico en lo que le importa a Dios?

La riqueza tiene dos niveles de significado, con respecto a Dios, en el Evangelio de Lucas. La primera es como respuesta de la fe. Vemos en nuestra primera lectura que la fe de Abraham le es contada como justicia. Pero, escribe Pablo, él no es el único que recibirá crédito por su fe. Abraham tenía fe en las promesas que Dios le había hecho. Si creemos en la fidelidad de Dios hacia nosotros a través de Cristo, si creemos en la muerte y resurrección de Cristo, recibiremos el beneficio de la justificación.

El segundo significado de riqueza en el Evangelio de Lucas se refiere al concepto de compartir posesiones en lugar de acumularlas sólo para uno mismo. Nuestra tendencia a acumular riquezas o atesorar posesiones puede reflejar ansiedad ante la fragilidad de la vida. Pensamos tontamente que cuanto más poseemos, más seguros estaremos de la catástrofe. El evangelio de hoy nos muestra que la vida misma es un don de Dios y nos la pueden quitar en cualquier momento. Ninguna cantidad de cosas puede protegernos de la realidad de la muerte.

Estos dos niveles de significado nos ayudan a comprender lo que significa vivir en riqueza y cómo debemos abrazar una comprensión más profunda de la riqueza a la luz de nuestra fe. La confianza y la fe en Dios nos brindan una recompensa como ninguna otra. Y cuando compartimos generosamente con los demás, demuestra que reconocemos nuestra dependencia de Dios por todo lo que tenemos, incluso la vida misma. San Juan de Capistrano, ruega por nosotros.

Dios nos bendiga.









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