Miércoles de la Decimoquinta Semana del Tiempo Ordinario
«Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien» Mateo 11,26
Hoy se nos invita a confiar en la misericordia del Señor más que en cualquier poder terrenal. En los Evangelios, Jesús a menudo sorprende a sus oyentes poniendo patas arriba los valores contemporáneos en el Evangelio de hoy, Jesús alaba a su Padre, declarando que ha ocultado la verdad a los sabios y a los eruditos y la ha revelado a los niños. Las personas que escucharon las declaraciones de Jesús, especialmente los eruditos o maestros entre la multitud, deben haberse preguntado de dónde sacó Jesús ideas tan locas, ya que en esta antigua cultura, escuchaban a los eruditos e ignoraban a los niños, Jesús reunió en su mayoría seguidores sin educación, pescadores y gente común. ¿Cómo podría Dios estar revelándose a tanta chusma y pecadores? Quizás porque sólo aquellos sin astucia ni orgullo, es decir, los infantiles fueron lo suficientemente humildes como para ser receptivos a lo que Dios hizo saber, ya que después de todo, la revelación más clara, visible y tangible del amor de Dios estaba en la persona de Jesucristo, el Hijo que era a la vez humano y divino, Jesús era el único que podía mostrarles al Padre, y era el único a través del cual podían conocer al Padre y es por eso que si no podían ver a Jesús tal como era, ¿cómo podrían conocer a su Padre? Pidamos hoy la gracia de poder reconocer que cuando somos más vulnerables y humildes, es cuando somos más abiertos y receptivos a la revelación de Dios de sí mismo, su Palabra, su Hijo, su gracia, su verdad y solo así podemos recibir el don de la fe y con la gracia de Dios, podemos conservar el asombro y el asombro infantil ante ella, ninguno de nosotros es insignificante, pero si todos somos pecadores y por la misericordiosa voluntad de Dios, cada uno de nosotros ha sido elegido como suyo. Amén.
Dios nos bendiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario