Homilía Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario
21 de agosto de 2022
“Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán.” – Lc 13,22-30
Queridos hermanos y hermanas, en el Evangelio de este domingo, se le pregunta a Jesús cuántas personas se salvarán y Jesús advierte que un lugar en el reino de Dios no está garantizado para aquellos que lo escuchan predicar, o que es un derecho por ser judíos. Jesús le dice a la gente de su tiempo y a nosotros hoy, esfuércense por entrar por la puerta estrecha, agregando que muchos no serán lo suficientemente fuertes. Luego les dice que los forasteros de otras naciones entrarán en el reino de Dios antes que ellos.
Queridos hermanos y hermanas, Dios siempre nos da oportunidad tras oportunidad de arrepentirnos y esforzarnos nuevamente para alcanzar la santidad. Es por eso que la Iglesia siempre nos alienta a confesar y poner en práctica nuestra fe cristiana, reconociendo que nuestras vidas no son interminables, porque si no luchamos por la santidad en el tiempo que se nos da, la puerta eventualmente se cerrará y nos podremos llevar tremenda sorpresa… debemos poner de nuestra parta si queremos alcanzar la salvación, es verdad como dice San Pablo en una de sus cartas que “Dios quiere que todos los hombres se salven” pero, “no todos los hombres se van a salvar”.
Queridos hermanos y hermanas, los buenos padres saben que es bueno alentar, motivar a sus hijos a estudiar, hacer preguntas a sus maestros y hacer su tarea diligentemente. Eventualmente, llega la prueba y los estudiantes que se han preparado bien son recompensados. Porque si un estudiante dijera: “Quiero pasar un examen de historia”, pero ese “quiero” no significa que aprobará. Tiene que estudiar. Tiene que prepararse para pasar. Escuchamos de este tipo de disciplina en la segunda lectura de hoy de Hebreos. Sabemos que mientras estamos siendo disciplinados, parece más dolor que alegría. También sabemos que los buenos padres disciplinan a sus hijos por amor. Dios nos ama como hijos e hijas, y por eso nos disciplina para que seamos capacitados para vivir en paz y justicia, para alcanzar nuestras metas, nuestros buenos deseos, alcanzar la salvación...
Queridos hermanos y hermanas, hoy se nos recuerda que tenemos una oportunidad aquí y ahora de conocer a Jesús, de disciplinarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos y esforzarnos por entrar por la puerta estrecha y así alcanzar la salvación. ¿Cómo respondemos? La mejor medida de qué tan bien conocemos a Jesús es examinar qué tan bien seguimos su ejemplo y sus mandamientos, algo que nos puede ayudar son las obras de misericordia corporales: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, albergar a los desamparados, visitar a los enfermos y encarcelados, y enterrar a los muerto.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos hoy la gracia de que durante esta semana, podamos rechazar la tentación del egoísmo actuando sobre las obras de misericordia corporales. Decidamos de forma individual o familiar si es posible donar a un banco de alimentos, regalar ropa usada o encontrar una manera de visitar a alguien que se siente solo o enfermo. Aprovechemos la oportunidad de servir al reino de Dios ahora, antes de que sea demasiado tarde. ¿Quiénes se salvarán? A la hora de la verdad habrá muchas sorpresas. Muchos últimos serán primeros y viceversa. Amén
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