Martes de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario
«Llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles» Lucas 6,13
Al igual que los priomeros apóstoles hemos sido elegidos por el Señor y somos su deleite. La Iglesia está en el mundo, pero no es del mundo, esta es la tensión paradójica que experimenta todo aquel que forma parte de la Iglesia. Nos reunimos en este lugar santo para dar gracias a Dios y nutrirnos de la palabra de Dios y del cuerpo y la sangre de Cristo, pero no estamos destinados a quedarnos aquí, somos enviados al mundo para continuar la misión de Jesús de llevar su mensaje de amor y esperanza a todas las partes del mundo. Nuestra labor se lleva a cabo en el mundo, al amar y cuidar todo lo que Dios ha creado, honramos al Dios que está con nosotros. Lo hacemos porque todos somos el pueblo elegido de Dios, bautizados en el Espíritu Santo, tal como hizo con los Doce, el Señor nos llama por nuestro nombre, nos acompaña, como lo hizo con ellos, y está con nosotros, hemos muerto a las viejas costumbres y ahora nos revestimos de Cristo, por eso debemos caminar siempre como su luz, manteniendo viva esa llama en nuestros corazones. Las luchas que enfrentamos hoy no son nuevas para la Iglesia, pero son garantía de que tendremos un futuro en el reino de los cielos cuando llegue el momento de su cumplimiento. Y nosotros también, si nos aferramos a nuestra fe y a las promesas de nuestro bautismo. Amén
Dios nos bendiga.
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