martes, 4 de junio de 2024

Llamados a reconocer que nada hay más grande que Dios

 Martes de la Novena Semana del Tiempo Ordinario

«Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados» Marcos 12,17

Hoy Jesús nos recuerda que todas las cosas de este mundo pueden usarse para la gloria y el propósito de Dios. En el evangelio de hoy, los fariseos y la gente de la corte del rey Herodes se acercaron a Jesús con alabanzas y elogios, pero su verdadero motivo era deshonrarlo, esperaban obligarlo a ponerse del lado del imperio romano o a adoptar una postura contra él, cualquiera de las dos respuestas habría sido problemática para Jesús, por eso al sentir su hipocresía, la respuesta de Jesús no apoyó plenamente al imperio, pero tampoco lo rechazó por completo. Quizás ésta era la tensión cognitiva que Jesús estaba tratando de abordar, después de todo, él no vino a condenar al mundo sino a salvarlo, y todas las cosas de este mundo pueden usarse para la gloria y el propósito de Dios, somos responsables del don de la creación y se nos ha ordenado que seamos buenos administradores de ella y si bien lo que se debe al César parece estar circunscrito a lo que contiene su imagen –las monedas–, lo que se debe a Dios es también lo que contiene su imagen, y eso es todo. Donde existen límites y limitaciones humanos, Dios no los tiene. Los fariseos y los demás intentaban atrapar a Jesús para que respondiera incorrectamente una pregunta sobre los impuestos, pero el intercambio es más que eso, la respuesta de Jesús expresa una especie de legitimidad de ley natural para el gobierno, pero sólo como ejemplo de algo más grande, todo lo que existe dentro de la creación es porque Dios lo quiere (o lo permite), por lo tanto, cada responsabilidad que asumimos o cumplimos debe verse a la luz de eso. Pidamos la gracia de reconocer que por muy grande e importante que nos parezca algo, Dios es más grande y más digno de lo que tenemos para dar. Amén

Dios nos bendiga.





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