domingo, 2 de junio de 2024

Llamados a ser una bendición para todos

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi)
“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos.” – Mc 14, 12-26

Hermanos y hermanas: El evangelio de hoy narra la Última Cena con Jesús y sus discípulos. Aunque estamos familiarizados con esta historia, hay un detalle en el que podemos centrarnos hoy. Mientras Jesús está a la mesa con sus discípulos, toma la copa y la describe como mi sangre de la alianza. Pacto es un término único en nuestro lenguaje religioso y que no solemos encontrar en nuestra vida diaria. Significa un acuerdo santo entre nosotros y Dios. También arroja luz sobre quiénes somos como pueblo de Dios.

Hermanos y hermanas: Moisés era el líder del pueblo del primer pacto. Atados a Dios en amor y adoración, eran sus elegidos; él era su Dios. Hoy escuchamos proclamar que Moisés estaba siguiendo la palabra del Señor. Para sellar su compromiso con la alianza, sacrifica novillos y utiliza su sangre. Esta fue una acción seria que demostró un compromiso inquebrantable. Sabemos cuán trascendentales fueron Moisés y este momento en la historia de la salvación del pueblo de Israel.

Hermanos y hermanas: Y, sin embargo, Jesús va mucho más allá de este sacrificio. En la Última Cena toma el pan y la copa, los bendice y se los entrega a sus discípulos. Proclama que este es el nuevo pacto. Como fue proclamado en nuestra segunda lectura: Por esto es mediador de un nuevo pacto: puesto que hubo muerte para liberación de las transgresiones bajo el primer pacto, los que sean llamados podrán recibir la herencia eterna prometida. Este es el nuevo acuerdo santo entre nosotros y Dios. Esto es lo que nos define como pueblo de Dios. Esto es lo que recordamos y por lo que damos gracias en cada celebración de la Misa.

Hermanos y hermanas: Mientras celebramos el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, reflexionemos sobre cómo define quiénes somos. No se trata sólo del sacrificio de la Misa en el que participamos los domingos, sino que impregna todo nuestro ser, todo lo que somos... Somos un pueblo eucarístico. Somos un pueblo que da gracias por las abundantes bendiciones que Dios nos ha dado, especialmente la salvación ganada por su Hijo. Recordamos su sacrificio y lo usamos para guiarnos en cómo vivimos en el mundo, en la familia y comunidad. La forma en que nos vemos a nosotros mismos y cómo tratamos a los demás tiene sus raíces en nuestra creencia de que Dios nos ama tanto que sacrificó a su único Hijo. Su Hijo participó voluntariamente en el sacrificio para que podamos ser parte de su reino eterno.

Hermanos y hermanas: En unos momentos, nos reuniremos una vez más alrededor de la mesa, escuchando las palabras que Jesús pronunció por primera vez en la Última Cena. Oremos por la gracia de crecer en la comprensión de la Eucaristía y de nosotros mismos. Somos un pueblo al que Dios dio   su único Hijo para salvarlo. Somos un pueblo llamado a ser de bendición para todos. Cada vez que celebramos la Eucaristía, recordamos y damos gracias por la nueva alianza que Jesús estableció con nosotros. Amén




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