Martes de la trigésima semana del Tiempo Ordinario
«Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande» Lucas 13,19
Dios permite que el reino de Dios eche raíces en nosotros y florezca. El reino de Dios tiene un poder transformador enorme y exponencial, es por eso que si tenemos un papel que desempeñar en el reino de Dios, debemos acoger la invitación y participar en su vida, pero no depende de nosotros. Recordemos que Dios ha proporcionado la semilla de mostaza y ha ofrecido la levadura, solo Dios ha creado los entornos para que prosperen y crezcan. Cuidamos la semilla, amasamos la masa del pan, pero la gracia de Dios las cambia y las renueva desde dentro, conformándolas cada vez más a su forma perfecta y alejándolas de cómo aparecieron por primera vez en el mundo, lo ordinario se convierte en extraordinario. Y si Dios puede hacer eso con una semilla de mostaza y una masa de harina, puede hacerlo con cada uno de nosotros, ya sea que nuestras vidas sean desordenadas o aburridas y nuestras almas blanqueadas o muestren cicatrices, nuestro Padre celestial permite que el reino de Dios eche raíces en nosotros y florezca. Pidamos hoy al Señor la gracia que al servirlo a él y que con nuestras palabras y acciones ayudemos a que el reino crezca en el mundo, no solo en nuestros propios corazones, para que la esperanza se encienda donde antes no la había y si lo hacemos es porque ya hemos sido transformados por Cristo, y es lo que ahora somos. El poder de la transformación... es el reino de Dios. Amén
Dios nos bendiga.
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